domingo, 31 de julio de 2011

pedro sanchez: TEXTOS

Miró en el pabellón de la República
La importancia de algunas obras radicales en importancia creativa, en el pabellón de 1937 de la España republicana en la exposición de París, ha venido marcada por matices políticos. Habría que indagar cuáles fueron las circunstancias en qué circunstancias materiales les fue ofrecida su participación, sobre todo dos de las más significativas como era la escultura de Alberto Sánchez y el Payés catalán en rebeldía. De las que rodearon el encargo del Guernica hay abundantes datos.

La participación de Miró no puede desligarse de la amistad con Josep Lluis Sert, uno de los dos arquitectos. El propio Miró dijo que su participación se debió a que se sentía humanamente solidarizado con lo que representaba y que la ejecución “in situ” de ésta obra fue directa y brutal y fue realizada, según relato del propio Miró, sobre una superficie de conglomerado de gran calidad.

Sostengo que Picasso, a la sazón un creador ya con un bagaje internacional en continuo ascenso, su nombramiento como director del Prado (una aberración que solo se sostiene por las componendas propagandísticas del momento) orbitaba en sintonía con el grupo Bergamín, Renau, María Teresa, Alberti, todos ellos cercanos a la línea del PCE, hicieron que luego las repercusiones y secuelas circunstanciales del antifranquismo, relegaran, entorpecieran, obnubilaran el hecho de que una obra realizada in situ, con mayor premura, acabara siendo semisilenciada frente a la cada vez más mítica y excelentísima obra del Guernica picassiano. También influyó el hecho de su desaparición una vez acabada la exposición. Una obra, la del payés mironiano que contenía mayor radicalidad plástica, más novedad creativa que la propuesta de Picasso, pese a su novedad en presentar un hecho histórico. La extraña desaparición colaboró a su “enterramiento” injusto y lo mismo sucedía en escultura con la propuesta de Alberto, ahora en la entrada el Reina Sofía con una réplica.

Cuando se contempla sin prejuicios- historicistas-políticos o culturalistas, la obra de Miró sale engrandecida en su radicalidad plástica, en su rabiosa potencia creativa. Sus elementos formales son menos ambiciosos tal vez, al tratarse exclusivamente de un payes que grita, que lanza su furia contra la bastardía de la guerra a la que está siendo sometido el pueblo español, pero ello no resta un ápice a su fuerza y radicalidad plástica, a su enorme carga dramática.

Pero ahí queda, brutal, descompuesta, una figura revolucionaria más cercana a las posiciones políticas de los cnt-poum (no quiero decir con esto militancia alguna de Miró) que de la inteligente interpretación histórica más clásica picassiana. Ni siquiera el hecho de gris-blanco es suficiente argumento, que yo sospecho fue más premura que temporal que intención previa.

Por el contrario, Miró aborda desde el color y las formas radicales una nueva manera de construir un grito expansivo, terrible, desesperado. Ni la Monserrat de González, ni los fotomontajes de Renau, ni siquiera el Guernica, manifiestan esa potencia del enfrentamiento traducido en términos plásticos frente al crimen fascista. Miró realiza una figura potentísima, en línea con alguna de sus composiciones más expresionistas de esos momentos y deja una obra que sitúa la plástica del momento en un lugar más allá pese del expresionismo alemán y otras figuras destacadas del momento.

Sostengo pues que la obra que pintó Miro en el pabellón republicano no ha recibido el reconocimiento público de su bondad plástica, su brutalidad” creativa, su radicalidad formal. Sirva de pequeño homenaje. O sea.30JUL11

1 comentario:

  1. No he visto el cuadro ... ¿Hay alguna foto en Internet?

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